Parece que el colegio y los profesores de hoy seamos perfectos. Podríamos enumerar algunas de las debilidades más ostentosas de nuestro claustro de profesores y de nuestros colegios. Incluso no resultaría difícil evidenciar los aspectos más negativos de nuestro sistema educativo, clamar al viento nuestras exigencias y acabar nuestro magistral lamento diciendo que las cosas deben cambiar. Pero, nadie parece tener claro hacia dónde debemos los profesores dirigir nuestra mirada para el cambio educativo. En vano han sido nuestros lamentos y estériles nuestras negatividades. Nos sentimos débiles porque no somos perfectos. Nunca lo fuimos, nunca. Es verdad que antaño no nos fue mal cuando protagonizábamos un guión cultural escrito en negro sobre blanco.

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