A poco más de 10 km de la Ciudad de Cuernavaca, sobre las laderas terraceadas de varias colinas que le sirvieron de asiento, la antigua metrópoli de Xochicalco se alza vigilante sobre un pequeño valle que la vió florecer hacia los años 700-900 d.C., es decir, en el llamado período Epiclásico, cuando Teotihuacan había visto pasar sus mejores días y su papel de centro rector político y cultural de mesoamérica ya estaba concluído. Durante ese breve espacio de 200 años, Xochicalco se constituyó en uno de los sitios más importantes del Centro de México, tanto en lo social como en lo político y religioso. De ello son constancia sus grandes dimensiones, su planificada estructura arquitectónica, sus numerosas piedras labradas y su estratégica posición geográfica, que lo mismo le permita entrar en contacto con la región costera del Estado de Guerrero, que con áreas tan alejadas como la zona maya, la Costa del Golfo, el Valle de Oaxaca y la región de Puebla y Tlaxcala.

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